Dificultad para resolver problemas y tomar decisiones
En muchas ocasiones nos encontramos delante de la dificultad de resolver un problema y tomar una decisión. ¿Qué es lo que nos pasa? ¿Qué factores nos pueden estar influyendo?
Las habilidades para resolver problemas y tomar decisiones tienen que ver con factores de tipo metodológico y de tipo personal.
En esta ocasión haré una síntesis de los de tipo metodológico. Así que empecemos por ahí.
Lo primero a tener en cuenta, es que puedes hacer varias cosas ante los problemas. Todas son válidas ¿ok? En cada ocasión se requerirá de ti una acción u otra. Así que puedes:
No hacer nada
Controlar la situación
Resolver el problema
Aceptar las consecuencias
Lo siguiente es valorar qué es para ti un problema y qué no lo es. Para ello usa la pregunta: ¿qué es lo que deseo cambiar?
Generalmente se ve como problema aquello que está en una situación que no es la que se desea, o cuando hay diferencias entre lo que hay ahora y lo que se quiere que haya en el futuro.
En la resolución de problemas hay factores racionales pero también los hay irracionales, tenlo en cuenta. Por eso las listas de pros y contras (factores racionales) no siempre funcionan.
A continuación, valora si hay algo que se pueda hacer (en general) y valora aquello que tú puedas hacer.
Pasamos ahora a analizar las causas del problema. Pregúntate: ¿qué me impide conseguir la situación deseada?
¡Ojo! No analices en exceso. Si el análisis es excesivo, puedes experimentar parálisis por análisis e indecisión. Cuando se coloca mucho énfasis en el análisis, el proceso de decisión se suele atascar. Si encima este énfasis en el análisis se convierte en un hábito, la indecisión puede acabar afectando todas las áreas de tu vida. La consecuencia de ello es esa sensación de pérdida de tiempo que habrás notado varias veces, además de preocupación, fatiga mental y física. Y lo que es peor, todo este proceso empieza a minar tu autoestima.
Solución al atasco: ¡Haz algo que implique mover el cuerpo! Sal a caminar, a correr, salta, juega, riega las plantas... Da igual lo que sea, pero ¡muévete! Tu mente y tu ánimo también se moverán.
Una vez vuelvas a tener plena energía, genera y valora distintas alternativas de solución. Pregúntate: ¿qué puedo hacer para alcanzar el estado deseado actuando sobre las causas del problema identificadas?
Usa la lluvia de ideas o brainstorming para generar muchas ideas, no te limites en si son factibles o no en este momento, tan sólo genera ideas. Pero, recuerda, después no tienes que analizarlas todas.
Valora los criterios que vas a aplicar para decidir qué alternativa escoger. Todavía no se trata de escoger la alternativa, sino de qué criterios vas a usar para elegirla. Pregúntate: ¿qué es lo más relevante para mi en esta ocasión?
Algunos criterios pueden ser: que te apetezca, que produzca algo de valor para ti, que ofrezca la posibilidad de desarrollo personal y profesional, que te permita crear valor para los demás, que obtengas admiración de los demás…
También tendrás que valorar distintos planes de contingencia para cuando la decisión no resulte como esperabas. Así no te pillará por sorpresa (o no tanto).
Y por último, observa que cada decisión conlleva unas consecuencias y que tendrás que aceptarlas, asumirlas, si quieres llegar a decidir.
¡Ojo! a veces aparece la culpa por haber tomado unas decisiones y no otras. En ese momento evita recriminarte por no haber tomado una decisión diferente. Lo hecho, hecho está. La decisión la analizaste con la información que tenías a tu alcance y la tomaste en base a ello. Punto. Solo queda asumir las consecuencias y aprender de los errores.
Espero que lo anterior os haya resultado útil. A veces la resolución de problemas y la toma de decisiones se atasca por algo que ocurre en alguno de los estadios anteriores. A veces el escollo aparece en los aspectos de personalidad que cada quién tiene. De eso escribiré en la siguiente entrada del blog, de los factores personales que afectan la resolución de problemas y la toma de decisiones.