¿Qué nos hacen las redes sociales?
Podría empezar por diferenciarnos por edades, ya que a las personas más jóvenes con cerebros aún en formación les harán más cosas que a las más mayores. Sin embargo, creo que, a todos, independientemente de la edad, nos hacen algo.
De primeras, a todos nos unen. Nos acercan a personas que no están próximas físicamente y a aquellas de las que no sabemos ni que existen antes de verlas en las redes. Nos abren posibilidades infinitas de conexión con otros seres humanos, de cualquier clase, raza, y religión. Esto es hermoso. A mi me parece hermosa la unidad de los seres humanos y el compartir de nuestros dones. Las redes sociales han creado un mundo no físico donde encontrarnos con personas físicas que pueden ayudarnos, comprendernos, aportarnos conocimiento, facilitarnos información, proveernos de recursos, entretenernos, divertirnos, de una forma antes insospechada.
En este mundo virtual, las leyes de la comunicación son diferentes. Para poder expresar emociones, desde las más sencillas como la tristeza, la ira o la alegría, hasta las más complejas como la culpa, la vergüenza o la desesperanza, hay que usar texto. El lenguaje no verbal es difícil de explicitar en un lenguaje verbal, pero a alguien se le ocurrió que podríamos usar pequeñas imágenes para representar estas emociones, estos son los conocidos emoticonos. Recuerdo que, al inicio de surgir estos pequeños hombrecitos y mujercitas, eran sólo cabezas sin diferenciación de sexo, con bocas sonrientes o tristes y poco más. Pero cada vez hay más tipos de expresiones faciales, que incluyen brazos y manos y que, además, podemos personalizarlas con nuestro tipo de óvalo facial, de peinado y color de pelo. Esto es así, porque en el lenguaje humano es imprescindible tener datos más allá de lo verbal, más allá del mero contenido para poder comprender el significado del mensaje. La interpretación de un mensaje leído exento de cualquier tipo de expresión facial, dice más del que lo lee que del que lo envía. Por eso cada vez usamos más y más los emoticonos, para poder llegar a transmitir con más acierto lo que de verdad queremos decir. Considero que hay excepciones, sí, los escritores consagrados son expertos en el uso de las palabras sin imágenes, pero, reconozcámoslo, la mayoría no lo somos. En este nuevo mundo de comunicaciones virtuales, los estímulos visuales son indispensables.
Asimismo, las leyes de las relaciones interpersonales también han cambiado. Las necesidades relacionales son las mismas, pero las maneras de intentar satisfacerlas son distintas.
La necesidad de pertenecer, de compartir nuestras experiencias con alguien que nos entiende y de sentirnos valiosos/as y aceptados/as sigue existiendo para todos nosotros, no importa la edad. ¿Y cómo encontramos validación y pertenencia en este entorno digital? Con los likes, los dedos gordos hacia arriba. Con los corazones. Con las sonrisas. Con las manos que aplauden. Esto aporta un cierto sentido de validación y de que alguien más comparte tu experiencia.
La necesidad de dar y recibir amor, obviamente sigue existiendo. Y ¿cómo la transmitimos en este espacio virtual? Con los likes. Con los dedos gordos hacia arriba. Con los corazones. Con las sonrisas. Con las manos que aplauden. De nuevo, un mínimo de afecto creemos obtener con estos simbolitos.
La necesidad de hacer impacto en los demás, de sentir que atraemos su atención y su interés, provocando un cambio en su comportamiento sintiéndonos, así, tenidos en cuenta, se consigue con los likes los dedos gordos hacia arriba, los corazones, las sonrisas y los aplausos. Y con los selfies, sobretodo aquellos que nos hacen obtener un gran número de seguidores.
La necesidad de definir quién eres, tus ideas, opiniones, tus acuerdos y desacuerdos, tu forma de vestirte, tu peinado, tus actividades lúdicas y deportivas, tu manera de pasar el tiempo, tu elección de amigos, todo eso y más define quién eres. Este espacio virtual ofrece un sinfín de oportunidades de colgar fotos y textos que ayudan a manifestar, comunicar y potenciar la identidad que has elegido. Y ¿cómo se consigue? Sí, lo habéis adivinado: con los likes, los dedos gordos hacia arriba, los corazones, las sonrisas y los aplausos..
La necesidad de contar con otros que nos proporcionen guía, orientación y apoyo; otros de los que podamos depender porque saben más que nosotros mismos, es un factor importante en el mundo virtual, pues con sólo teclear lo que no sabes, enseguida aparecen personas que te pueden ayudar y guiar en ese procedimiento desconocido para ti.
La necesidad de que las otras personas tomen la iniciativa con nosotros/as es relevante porque así nos sentimos importantes y vistos, y parece satisfacerse cuando alguien manda una solicitud de ser amigos/as, o nos invita a un evento sin habérselo pedido.
La necesidad de sentirse seguro/a de que no nos van a humillar o a dañar, aunque nos mostremos vulnerables, ya sea física o emocionalmente, se intenta también en este entorno digital. La decisión de mostrar una imagen llorosa o debilitada y que ello conlleve likes, dedos gordos hacia arriba, corazones o aplausos sería una manera de decir que “está bien sentirse así”.
Sin embargo, ninguna de estas necesidades se satisface verdaderamente. En la validación no podemos estar seguros/as de que los likes o las caritas sonrientes nos están diciendo que nos consideran valiosos opinemos lo que opinemos, más bien al contrario, obtendremos likes de aquellas personas que estén de acuerdo con lo que decimos, a las demás, ni siquiera les apareceremos en su algoritmo. En el amor no hay cuerpo, no hay oxitocina que se despierte con un cálido abrazo. En causar interés e impacto en los demás y en la auto-definición no hay veracidad, no la puede haber cuando para colgar una foto hemos pasado horas sacando la misma foto hasta que sale maravillosa o hemos utilizado filtros que nos dejan sin imperfecciones. En la dependencia de alguien más sabio, sólo aparecerá el sabio que se ajuste a nuestro saber, pues los más dispares u opuestos, que podrían abrirnos a nuevas formas de ver y pensar la vida, esos no aparecerán. En la seguridad, no hay seguridad. No la hay porque no recibir un “me gusta” es un riesgo para la autoestima. Estamos expuestos a un mundo polarizado donde hay “me gustas” o “no me gustas”, no hay más. Los entornos donde las cosas son blancas o negras no son seguros.
Lo que obtenemos, con respecto a las necesidades esenciales de las relaciones, son migajas, pues no hay una verdadera realidad, no hay una verdadera fiabilidad ni corporalidad y no es nuestro verdadero Ser el que obtiene esa gratificación sino la fachada que hemos construido en ese trocito de pantalla que mostramos a los demás. Y aquí, sí hay diferencias en tener todavía la personalidad a medio formar o tenerla ya formada. El mundo virtual es un sucedáneo de la realidad y muchos de nuestros jóvenes no lo saben.